jueves, 7 de julio de 2011

DEDICATORIA A LUIS

H
oy quiero confesar que ayer fui recurrente con mi falso problema: el poema y estrambote que ideé en camino a casa, el cual tenía en mente dedicarlo a don Luis de Góngora y Argote, culterano andaluz, ya lo había olvidado cuando intenté escribirlo. Así estuve pensando durante varias horas. Me sentí algo ofuscado por no embeber mi pluma mientras me vi callando por darle tiempo al tiempo. Yo sé que es mi propósito, tal vez por dejadez, el inducirla a ella a resolver mi amnesia. Cierto es, y así lo anoto, debo reconocerlo. De pronto, su voz bella:

¿Comienzas otra vez a divagar, con todo lo que tienes que decir? No rimes ni pretendas escandir, encárgamelo a mí, ya verás, Zar. Bien sabes que yo ocupo tu lugar al verte en estos trances de zurcir ideas con ideas sin suplir los hilos que te faltan enlazar. Escucha muy atento mi consejo y déjame rasgar sobre el papel los versos de un soneto para Lucho. Te ofrezco que será un poema fiel a lo que él, en su estilo algo complejo, escribió alguna vez. ¿Me sientes ducho?

Para no desairarla, respondí sin retrasos: «Ya puedes proceder». Y en tinta que la aloca, danzó mientras decía que al frente de sus pasos pusiera yo el soneto de Luis «La dulce boca», para el justo cotejo de la fidelidad por ella referida, algo como eslabones de la interpretación y más profundidad de ayuda a los lectores. Bajo esas condiciones, me remito a la letra:


LA DULCE BOCA



La dulce boca que a gustar convida
un humor entre perlas destilado
y a no invidiar aquel licor sagrado
que a Júpiter ministra el garzón de Ida,

¡amantes!, no toquéis, si queréis vida;
porque, entre un labio y otro colorado,
amor está de su veneno armado,
cual entre flor y flor sierpe escondida.

No os engañen las rosas que al Aurora
diréis que, aljofaradas y olorosas,
se le cayeron del purpúreo seno.

¡Manzanas son de Tántalo, y no rosas,
que después huyen dél que incitan hora,
y sólo del Amor queda el veneno!

                          LUIS DE GÓNGORA Y ARGOTE




DULCE ALCOBA

                                         A Luis de Góngora

Cual bruno gas o cóctel que da vida,
¡eh!, te sorprende su tullir manado
con droga siria. ¿Quién?: rival y alado,
intrigante ejemplar, aquí soez druida.

¿Ostenta ases, misivo? ¿Quién, querida?,
¿Quien bruno o yo, protocolar letrado?
Veranos dame tú en Eros amado
con respaldo y florece, en ristre, fluida.

Orna rosa sensual que en glosa añora
flor radiosa, si queda olaje y rosas
y escrúpulo de Rea en Eros pleno.

Y mantenlas no orzadas, no tanosas
que denuncian el quiste-huésped y hora,
y no al amor del leve, quedo seno.

Gas griego doy al trueno
y cosecho mil voces tentativas.
¡Tú inténtalo también, sin evasivas!

                                                                      ZAR


DEDICATORIA A JUAN RAMÓN

Me las pasé meditando tarde y noche, todo el día, con qué texto introductorio en mi curso de Poesía podría yo presentar los nueve versos del poema «Mar ideal», de Juan Ramón. «Pero, Zar, qué tal problema —tronó la voz de mi pluma—, así puedes atrofiarme por no hacerme trabajar, ¡tal vez quieras desafiarme!». Y ella comenzó a correr sobre mi página en blanco a la vez que me decía:

Con esto, más esto al flanco salvarás la situación, y transcribe a su costado los versos de Juan Ramón. Y, como has acostumbrado, dedícalo a su memoria… Si dudas de la extensión, este poema tuyo y mío será tu interpretación. Por lo demás, no hay problema, cuando estés frente a las aulas, bien sabrás tú qué decir, sin artificios ni maulas.

A la letra me remito:


MAR IDEAL



Los dos vamos nadando
—agua de flores o de hierro—
por nuestras dobles vidas.

—Yo, por la mía y por la tuya;
tú, por la tuya y por la mía—.

De pronto, tú te ahogas en tu ola,
yo en la mía; y, sumisas,
tu ola, sensitiva, me levanta,
te levanta la mía, pensativa.

                                         Juan Ramón Jiménez
DE LA RIMA

       A Juan Ramón Jiménez

Dando volandas somos
héroes de aguerrido falo
por desbordantes visuals.

Y parlo yo a tiro y a pluma.
Y tú: patrulla apoyo, ¡rima!

Tu gesto honrado tápalo tenue,
sumisa. Y yo… en la sima.
Vastamente inútil, alevosa
en planta, la sima te veta vía.

                                                        Zar




















DEDICATORIA A FELIPE

Y
, en esta ocasión, mi pluma, juguetona como siempre, llenó mi página en blanco con versos que entenebrecen. Sin duda me vio extrañado, mas no esperó mis demandas, por cuanto era mi intención escribir unas palabras a mi amigo Rubén Cayo, y así recordar de balde nuestras noches jaraneras sazonadas con los valses de Felipe Pinglo Alva, el bardo improvisador, que guitarra y pisco en pecho nos brindaba su actuación.

¿Qué te pasa, Zar?, —me dijo— salte ya de esa mixtura de quejidos y demoras, pues la tinta se me esfuma. Usa ya mi evocación, desbrizna el texto por hilos, es algo de tu vivencia en nocturno barrioaltino junto a Rubén y a Felipe… y dedícaselo al vate, interprétalo y deduce. Además, debo informarte (por aquellos gestos tuyos al repasar las entradas del texto que yo escribía) de que tanto reiterabas: «La… noche cubre ya» como «Noche… la noche aceché» que pensé: «Aliteración mediante el dígrafo ch en hexasílabos versos, eso es lo que quiere Zar». ¿Está claro?, no más muecas ni vuelvas a susurrar.

—¿Que dé yo esa jerigonza? Así no se entenderá.
—¿Otra vez con tus reparos? Recurre a tus libros, Zar.

Opté por hacerle caso y comprobé una vez más que lo escrito por mi pluma se ajustaba a la verdad.

A la letra me remito:



HADO DE CALLE[i]

     (A Felipe Pinglo Alva)

¡Ay!, noche culebra,
buchona y realce,
echar el bayunco
y colcha ebúrnea
oyen urbe-calcha.

Belén hoy curaca,
ayer un calboche.
Chacal, reno, buey
en cachua y rebol
oyen chacra-bule.

Alache cebruno  y
cebú oyen charla,
chayar en el cubo,
al Che Rubén Cayo:
«Un eco y la brecha».

                                      Zar
(Interpretación)

LA ODA DEL CHE



¡Ay!, noche estirada, ondulante,
pacífica y plena de estrellas,
el rústico auténtico impulso
y manta de hiladas selénicas
atienden abrigo en la calle.

Bullicio es el de hoy influyente,
el lleno de ayer entre fugas.
Mamíferos       de aguas rosé
en ruedo y en rito de holguras
perciben viñedo en la fuente.

Marino en tenida al sinople
da oídos con un corcovado,
en fiesta de enjuagues a  cántaros,
al Che cordobés Rubén Cayo
en su oda «La luna y la noche».

                                                             Zar




























[i] Vocabulario (DRAE 21.a ed.):  
alache. 1. m. Pez marino malacopterigio de cuerpo semejante a la sardina con una sola aleta dorsal.
bayunco2, ca. 1. adj. Amér. Central. Rústico, grosero.
belén. […] 2. fig. y fam. Sitio en que hay mucha confusión. 3. fig. y fam. La misma confusión. […]
buchón, na. 1. adj. Dícese del palomo o paloma domésticos que se distinguen por la propiedad de inflar el buche desmesuradamente.
bule. 1. m. Méj. Calabaza, guaje. 2. Méj. Vasija hecha de este fruto, ya seco.
cachua. 1. f. Baile de los indios del Perú, Ecuador y Bolivia, suelto y zapateado, que tiene tres figuras.
calboche. 1. m. Salamanca. Olla de barro con asa y boca como las del cántaro, y agujereada toda, excepto el asiento, y usada para asar castañas.
calcha. […] 3. f. Chile. Conjunto de las ropas de vestir y cama de los trabajadores.
chayar. 1. intr. Argent. (Cuyo). Mojarse unos a otros durante el carnaval. 2. NO. Argent. Festejar el carnaval.
rebol. 1. m. Salamanca. Ruedo o refuerzo de la falda.
sinople. 1. adj. Blas. Color heráldico que en pintura se representa por el verde y en el grabado por líneas oblicuas y paralelas a una que va desde el cantón diestro del jefe al siniestro de la punta. Ú. t. c. s. m.

DEDICATORIA A DENISSE

G
ratamente impresionado por la fuerza incontrastable de los versos de Denisse me propuse así decirlo; pero el vuelco de mi pluma en desliz inexplicable, y con celo metafórico, me entregó el resultado de un influjo poderoso. «Te agradezco la intención —le expresé desconcertado— aunque sólo pretendía, como bien lo sabes tú, declarar mi admiración por la intensa poesía sin igual de Una morada tras los reinos, de Denisse; pero, aquí, tu sugerencia…».

Deja el «pero», Zar —me dijo—, en mi texto hay gratitud, mira bien, paso por paso, desmenúzalo al extremo y dedícaselo ya. Interprétalo y verás todo acorde con el fondo del poema de Denisse.

Atendí a este reclamo; mas mi pluma enmudeció.

A la letra me remito:





MORADA, TONSURA SENSORIAL

                                       (A Denisse Vega Farfán)

Mendigo reino, que pleno,
muy tuno el rubor, su afonía
sin rutas de encajado,
su cante pardo vela.

¿Y el huaco?: anhelo
soplón de lasa glosa,
enclenque pelea inquieto en mi morada,
con lóbrega hiel que me genera microbios, no miel.

Morada albergue, bullicioso mar o mente de emú,
¿qué seno mimbre,
postrado al sol alumbrador de su fe, cebas por amores
de pez rúa?

Ferino, sin un todo     poderoso,
el reino se ha deshecho, de súmmum a la Eclíptica.
Un ¡SOS!, no frío sol tras smog,
es drama del vano o una gangrena.
Tu lirio hematites es morada,
sentido da de existencia;
sus ojos, ¡oh mimón,
mi mago zulú!, la huyen.

Con qué soledad ato, lío mi gasto
en selva gen, pro ética
procaz o con dones.
Y así, o inconsecuente o escasa, preví la morada,
el reino Mab es bebé que baja al mar, paz y mente-cuaba,
morada de carne y esqueleto, un puntal nubloso.

En caso de no emprender
la gira real, aún se tiene
el reino personal, eso que ama extinta fe
de un ego a modo harén
que un vicio resuella.

                                                                                             Zar


(Interpretación)

DA AMOR SIN ATRONAR SUELOS



Humillado pido favores al poderoso, que por entero,
con su engañosa vergüenza, con su voz quebrada
sin nobles caminos fijos, de caja insaciable,
su oscuro y lamentoso discurso defiende.

¿Y su ancestro?: angurriento
traidor de ofertas hambreadoras,
enfermizo discute nervioso los salarios en mi mundo,
con tenebrosa aspereza que me infecta, que no me agrada.

Mundo mío de refugio, tempestad o mente de rayo,
¿qué matriz entretejida de engaños,
inclinada al poder autocrático, fomentas por necesidad
de trigo callejero?

Enfurecido, sin una firme convicción,
el poderoso se ha quebrado, de más a menos.
Un ¡socorro!, no inexplicable tras impurezas,
es tragedia del arrogante o corrupto.
Tu tallo rastrero oxidado es mi mundo,
que da sensación de vida;
sus retoños avizores, ¡oh gran gesticulador,
mi falso rey salvaje!, lo evaden.

Con qué orfandad relaciono, anudo mi empleo
en enmarañado origen, a favor de una moral
desvergonzada u obsequiada.
Y así, con poca o ninguna razón, anticipé mi mundo,
el dominio encantado es niñez libre, pensante con brillo,
mi mundo sensible y sólido, de base ignorada.

Si se desconfía
de la oferta del poderoso, aún se tiene
el poder personal, aquel que guarda dormida virtud
del propio yo colectivo
que a la corrupción expulsa.

                                                                                             Zar




Ya satisfecha mi pluma, dada mi interpretación, me pidió dejar constancia, puesta a seguido renglón, de las primeras estrofas del poema de Denisse. Junto al mío haré eso entonces y aquella será feliz.

A la letra me remito:


UNA MORADA TRAS LOS REINOS

ignoro lo que pende en mí
si un rayo    un búfalo muerto
o un jardín de estacas
a punto de clavarse

le huyo a la noche
al sol de los paganos
me alimento con el pan que nadie quiere
me embriago con el silencio que el hombre ignora

duermo sobre el ombligo de una acémila muerta
que es mi nombre
escarbo su pelambre aromada por desollados frutos
de pureza

no poseo un rostro definido
mi piel está hecha del cuero de muchos animales
mis órganos son los frutos
de alguna mandrágora venenosa
mi historia es el tartamudeo
de cada dios inexistente
mis ojos son humo
y humo azul mi lengua

todo canto que llega a mis oídos
se convierte en plaga
no conozco padres
soy la consecuencia de varios apareamientos
probablemente la marea que sube y baja en mi cabeza
es producto de aquel entre un salmón y una loba

no sé dónde permanecer
si en la tierra     en el agua
o en la atmósfera que tiene la expresión
de un enorme ahogado
que licua el universo

[…]
                                                  Denisse Vega Farfán

MORADA, TONSURA SENSORIAL

Mendigo reino, que pleno,
muy tuno el rubor, su afonía
sin rutas de encajado,
su cante pardo vela.

¿Y el huaco?: anhelo
soplón de lasa glosa,
enclenque pelea inquieto en mi morada,
con lóbrega hiel que me genera microbios, no miel.

Morada albergue, bullicioso mar o mente de emú,
¿qué seno mimbre,
postrado al sol alumbrador de su fe, cebas por amores
de pez rúa?

Ferino, sin un todo     poderoso,
el reino se ha deshecho, de súmmum a la Eclíptica.
Un ¡SOS!, no frío sol tras smog,
es drama del vano o una gangrena.
Tu lirio hematites es morada,
sentido da de existencia;
sus ojos, ¡oh mimón,
mi mago zulú!, la huyen.

Con qué soledad ato, lío mi gasto
en selva gen, pro ética
procaz o con dones.
Y así, o inconsecuente o escasa, preví la morada,
el reino Mab es bebé que baja al mar, paz y mente-cuaba,
morada de carne y esqueleto, un puntal nubloso.

En caso de no emprender
la gira real, aún se tiene
el reino personal, eso que ama extinta fe
de un ego a modo harén
que un vicio resuella.


                                                                ZAR